Hoy me ha pasado algo curioso: Me he cruzado en la calle con un personaje al que no he visto en años (ni muchos menos pensado en el), y, todavía guarda mi cara, ya que me torció la suya. Os cuento.
Yo tenía entonces 28 años, y tenía un bar a unos 25 kms. de donde hoy lo ví, y, que a mí me conste yo no lo había visto a él jamás. El meollo de la cuestión es que al poco de inaugurar, veía como un hombre cada vez que pasaba, miraba y remiraba hacia el bar, pero nunca entraba. A mi, en realidad me hacía mucha gracia, pensé que miraba tanto por la decoración, que era poco habitual para una calle tan pija, pero cual es mi sorpresa cuando al cabo de poco, un més aproximado, por una conversación ajena me entero que el "caballero" opina que en "ese bar no hay mas que gitanos". Todavía no sé, si se refería a que alguno de los clientes era de esta étnica, o a que todos los demás eran gente obrera, marineros, albañiles, mecánicos, viajantes, limpiadoras... Yo me sentí muy ofendida entonces, no por el comentario en sí, ya que no lo considero un insulto ni tengo nada contra ningún gitano. Pero me molestó mucho por el aire como despectivo, superior, poco limpio que del hecho se desprendía. En otra ocasión creyó que no le oía (no me vió) y dijo a un médico en la calle que "yo ahí no entro" y ¡ay!, entonces sí que pudo con mi paciencia. Recuerdo que pregunté su apellido a un conocido y puse toda una réplica en un periódico, y me encargué de que este conocido se la diera a leer. Recuerdo haber puesto que en mi local no teníamos predilección por clientes ricos, gitanos, chinos o fotógrafos (el es fotógrafo). Que en mi local ni se robaba, ni se mataba, ni se deshonraba a nadie y que dejara de desprestigir a una persona (yo) que en su vida había cruzado una palabra con él. Que si el tenía más clase que no entrara, y que, si no era mucho esfuerzo para una persona de tan poca cultura, que dejara a los demás decidir solos. Puse en aquel artículo, que que yo supiera, en este país no había ninguna ley que prohibiera a los gitanos tomarse una café en un local público, y que en cambio las injurias si estaban penalizadas. Todavía recuerdo como se reía el cliente cuando me contaba la expresión de su cara cuando leyó el artículo, me aseguraba que pensó que iba a darle un colapso al ver como se le ponían las venas del cuello (¡ leches!, como a la Patiño), y también me acuerdo del cliente en su principio de bronca diciéndome que vaya ovarios tenía yo, que aun iba a venir por ahí y darme unas tortas por las últimas frases. Y es que, en las últimas frases, mi cabreo se había desatado y le dije, que esperaba de su parte un poco más de ética, a no ser, (y cito textualmete) "que venga su Majestad Juan Carlos I, a explicarme a mi, (pobre ignorante), la importancia del apellido Corujo. "
Aquel cliente empezó enfadado, pero luego recuerdo con una sonrisa, que se había reído mucho por mi arrancanda. Y es que yo siempre he sido así: Paciente hasta el punto de parecer tonta, pero por las malas cuando me harto, soy como veneno. Imagino que ya lo sabéis, pero por si hay por aquí algún apellido Corujo, espero no se de por aludido, ya que fue un modo único de "dar en los dientes" a este que se decía Sr.
La vida da vueltas, y uno nunca sabe si mañana estará arriba o abajo, limpio o sucio, vivo o muerto... por eso me enfado, me crispo, me enervo, me sulfuro... ME ENFERMO, cuando tropiezo con una "persona" que practica el daño por placer, por aburrimiento o por simple deporte en la vida. Y yo lo devuelvo a mi manera. Dirán que la venganza nos hace inferiores, pero, ¡ que diablos ! , una se queda tan satisfecha. Burton dijo: "Una palabra hiere mas profundamente que una espada". Pero yo digo lo que Publio Siro: "Muchas personas cuidan de su reputación, pero no cuidan de su conciencia".
Yo tenía entonces 28 años, y tenía un bar a unos 25 kms. de donde hoy lo ví, y, que a mí me conste yo no lo había visto a él jamás. El meollo de la cuestión es que al poco de inaugurar, veía como un hombre cada vez que pasaba, miraba y remiraba hacia el bar, pero nunca entraba. A mi, en realidad me hacía mucha gracia, pensé que miraba tanto por la decoración, que era poco habitual para una calle tan pija, pero cual es mi sorpresa cuando al cabo de poco, un més aproximado, por una conversación ajena me entero que el "caballero" opina que en "ese bar no hay mas que gitanos". Todavía no sé, si se refería a que alguno de los clientes era de esta étnica, o a que todos los demás eran gente obrera, marineros, albañiles, mecánicos, viajantes, limpiadoras... Yo me sentí muy ofendida entonces, no por el comentario en sí, ya que no lo considero un insulto ni tengo nada contra ningún gitano. Pero me molestó mucho por el aire como despectivo, superior, poco limpio que del hecho se desprendía. En otra ocasión creyó que no le oía (no me vió) y dijo a un médico en la calle que "yo ahí no entro" y ¡ay!, entonces sí que pudo con mi paciencia. Recuerdo que pregunté su apellido a un conocido y puse toda una réplica en un periódico, y me encargué de que este conocido se la diera a leer. Recuerdo haber puesto que en mi local no teníamos predilección por clientes ricos, gitanos, chinos o fotógrafos (el es fotógrafo). Que en mi local ni se robaba, ni se mataba, ni se deshonraba a nadie y que dejara de desprestigir a una persona (yo) que en su vida había cruzado una palabra con él. Que si el tenía más clase que no entrara, y que, si no era mucho esfuerzo para una persona de tan poca cultura, que dejara a los demás decidir solos. Puse en aquel artículo, que que yo supiera, en este país no había ninguna ley que prohibiera a los gitanos tomarse una café en un local público, y que en cambio las injurias si estaban penalizadas. Todavía recuerdo como se reía el cliente cuando me contaba la expresión de su cara cuando leyó el artículo, me aseguraba que pensó que iba a darle un colapso al ver como se le ponían las venas del cuello (¡ leches!, como a la Patiño), y también me acuerdo del cliente en su principio de bronca diciéndome que vaya ovarios tenía yo, que aun iba a venir por ahí y darme unas tortas por las últimas frases. Y es que, en las últimas frases, mi cabreo se había desatado y le dije, que esperaba de su parte un poco más de ética, a no ser, (y cito textualmete) "que venga su Majestad Juan Carlos I, a explicarme a mi, (pobre ignorante), la importancia del apellido Corujo. "
Aquel cliente empezó enfadado, pero luego recuerdo con una sonrisa, que se había reído mucho por mi arrancanda. Y es que yo siempre he sido así: Paciente hasta el punto de parecer tonta, pero por las malas cuando me harto, soy como veneno. Imagino que ya lo sabéis, pero por si hay por aquí algún apellido Corujo, espero no se de por aludido, ya que fue un modo único de "dar en los dientes" a este que se decía Sr.
La vida da vueltas, y uno nunca sabe si mañana estará arriba o abajo, limpio o sucio, vivo o muerto... por eso me enfado, me crispo, me enervo, me sulfuro... ME ENFERMO, cuando tropiezo con una "persona" que practica el daño por placer, por aburrimiento o por simple deporte en la vida. Y yo lo devuelvo a mi manera. Dirán que la venganza nos hace inferiores, pero, ¡ que diablos ! , una se queda tan satisfecha. Burton dijo: "Una palabra hiere mas profundamente que una espada". Pero yo digo lo que Publio Siro: "Muchas personas cuidan de su reputación, pero no cuidan de su conciencia".
Yo no hubiera tenido valor para replicar sobre un asunto así utilizando un periódico... ¡Cómo te las gastas!
ResponderEliminarJa, ja, ja, pues si. REcononozco que por las malas soy muy mala.
ResponderEliminarErinia