5 feb 2009

JUEGO DE ALMAS (8Ag.08)

Durante todo un año. Jugando desde el primer día en que sus caminos entrechocaron. El jugaba a ser un buen seductor, ella a que se lo creía. Se utilizaban. Ella jugaba a mujer fatal, a loba, sin haber llegado a caniche. El, a príncipe de mujeres cuando tan sólo era bufón. Jugando. Él a jefe exigente y profesional, ella a secretaria leal, pero rebelde. Si las cuatro paredes de aquella reducida oficina pudieran, comentarían lo imposible de constatar quién había seducido a quién o quién había movido ficha primero.
Descubrieron que ambos eran demasiado jóvenes para trazar barrera entre lo privado y lo puramente laboral. Se conocían demasiado, como reviviendo la misma situación en otro lugar... en otro tiempo. Ambos sabían si se mentían, cuándo decían ser felices, pero callaban. Ella colgaba su abrigo, ordenaba su agenda, aprovaba su aspecto... emborrachándolo de mimo. El sonreía como un niño ante su golosina favorita, ingénuo pese a su pretendida experiencia, seguro de sí, llenando su ego. Eran dos almas en el inmenso caos del inmensísimo universo, llenas de vacío, solitarias y viejas como el mundo tras buscarse a través de los siglos. Dos mitades idénticas de un mismo espíritu, necesitando desesperadamente un mismo calor, pero sin ser conscientes de elllo, o tal vez... no lo aceptaban. Cargados de un mismo anhelo: recibirlo y entregarlo todo por un poco de afecto. Y alguien, desde algún lugar parecía empujarlos al mismo destino. Eran felices al mismo tiempo, y también las desgracias llegaban al mismo tiempo para ambos. Pero parecía importar sólo el juego.
Tras el terrible accidente, en aquella inolvidable carretera, se lloraron. Ella en aquel hospital, él esperándola ante la mesa de aquella oficina, a escondidas, sin dignarse a pronunciar un simple "Te echo de menos".
Y un día, desnudos, se miraron pícaramente, llenos de sí mismos... y sin decirse nada. Dos almas sin rumbo continuaron tirando los dados, solo por ver quién era (o parecía) más fuerte que quién. Arrastrados por una misma corriente y detenidos por un mismo freno... cada día.
Pudieron coger de la mano aquello alcanzado por tan pocos... pero siguieron jugando... y se perdieron.

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