Hay momentos en la vida, que aunque se vivan a solas, o con una persona que no es para nosotros de un significado especial, jamás se olvidan.
Esta mañana tocaba limpieza general, y se me ha ocurrido que iba siendo hora de hacer reciclado en cajas. Veréis, tengo unas cuantas cajitas de cartón forradas en papel de flores (del chino), en las cuales he ido guardando a lo largo de la vida trocitos de recuerdos. Cartas de amigos y de mi padre, poemas que me enviaba alguien, un chiste gráfico que me gustó mucho, una cinta de música que me regaló el primer novio, tarjetas de ramos de flores, peluches... En fin, soy muy sentimental y tenía BASTANTES CAJAS. Revisandolas me he topado con una en especial que estaba llena de cartas de instituto, las que las amigas nos mandábamos durante el verano, ya que no nos veíamos y entonces a los 15 no tenías móvil. Y luego con otra de mis primeros años laborales (los fines de semana era camarera, muchas veces), trocito a trocito he ido mirando, a veces con melancolía, lo almacenado en esta última caja, y he topado con un trozo de una revista con un escrito a bolígrafo azul, que he releído:
"Para la mayoría, Dios es lo más grande. Para otros el Corán, otros La Biblia... para otros los Dioses de antaño, para otros el demonio... otros siguen al papa, otros a algún cantante o grupo de Rock... PARA MI, mi única religión, la única política, el único sol, el único universo, el único Dios... es mi mujer y mis hijos, las estrellas que alumbran mi camino"
Recuerdo como miré fijamente a aquel hombre al que muchas veces había puesto gratis el vaso de leche templada, extrañada ante lo que había escrito. Era un hombre delgado, encorbado, que apenas tenía voz, blanco, acartonado... y sin embargo jóven. El SIDA, contraído de jeringuillas compartidas, había arruinado su vida. Como Némesis un poco radical quise decirle que en realidad su política, su religión y su sol, y su universo, aunque erróneamente, había sido la heroína. Pero no pude. Lo miré a los ojos y vi tanta pena, tanto "quiero y ya no puedo", que le sonreí y por algún motivo que no sé no pude tirar aquella nota y aquí sigue, y se queda. Esa misma noche al irse él, supe por un cliente de la cafetería que una vez fue arquitecto, bueno en su oficio y bastante adinerado, que tuvo mujer e hijas... que sus padres también tenían dinero... y que se hundió el solo. Que nadie sabía cuando se había iniciado en drogas ni el porqué, ya que él lo tenía aparentemente todo. Y que un día su mujer se hartó y se fue, y que ya todo fue cuesta abajo y seguía pinchándose. Recuerdo que una semana después se lo llevaron de urgencia, se había pinchado en los testículos.
No sé si este hombre vive, hace como 10 años que no lo veo, no está en aquella calle, y yo paso a menudo por allí. Tal vez ha muerto. Pero no quiero tirar la nota, la archivaré, como una oda, como un elogio, como un respeto a un ser humano que tomó el camino equivocado y ya no tuvo el valor, la oportunidad o el interés de recuperar su vida. Como el recuerdo a un alma que pateó y luego se revolcó en el polvo de este mundo, para acabar demasiado pronto como acabaremos todos, ineludiblemente: COMO POLVO.
Esta mañana tocaba limpieza general, y se me ha ocurrido que iba siendo hora de hacer reciclado en cajas. Veréis, tengo unas cuantas cajitas de cartón forradas en papel de flores (del chino), en las cuales he ido guardando a lo largo de la vida trocitos de recuerdos. Cartas de amigos y de mi padre, poemas que me enviaba alguien, un chiste gráfico que me gustó mucho, una cinta de música que me regaló el primer novio, tarjetas de ramos de flores, peluches... En fin, soy muy sentimental y tenía BASTANTES CAJAS. Revisandolas me he topado con una en especial que estaba llena de cartas de instituto, las que las amigas nos mandábamos durante el verano, ya que no nos veíamos y entonces a los 15 no tenías móvil. Y luego con otra de mis primeros años laborales (los fines de semana era camarera, muchas veces), trocito a trocito he ido mirando, a veces con melancolía, lo almacenado en esta última caja, y he topado con un trozo de una revista con un escrito a bolígrafo azul, que he releído:
"Para la mayoría, Dios es lo más grande. Para otros el Corán, otros La Biblia... para otros los Dioses de antaño, para otros el demonio... otros siguen al papa, otros a algún cantante o grupo de Rock... PARA MI, mi única religión, la única política, el único sol, el único universo, el único Dios... es mi mujer y mis hijos, las estrellas que alumbran mi camino"
Recuerdo como miré fijamente a aquel hombre al que muchas veces había puesto gratis el vaso de leche templada, extrañada ante lo que había escrito. Era un hombre delgado, encorbado, que apenas tenía voz, blanco, acartonado... y sin embargo jóven. El SIDA, contraído de jeringuillas compartidas, había arruinado su vida. Como Némesis un poco radical quise decirle que en realidad su política, su religión y su sol, y su universo, aunque erróneamente, había sido la heroína. Pero no pude. Lo miré a los ojos y vi tanta pena, tanto "quiero y ya no puedo", que le sonreí y por algún motivo que no sé no pude tirar aquella nota y aquí sigue, y se queda. Esa misma noche al irse él, supe por un cliente de la cafetería que una vez fue arquitecto, bueno en su oficio y bastante adinerado, que tuvo mujer e hijas... que sus padres también tenían dinero... y que se hundió el solo. Que nadie sabía cuando se había iniciado en drogas ni el porqué, ya que él lo tenía aparentemente todo. Y que un día su mujer se hartó y se fue, y que ya todo fue cuesta abajo y seguía pinchándose. Recuerdo que una semana después se lo llevaron de urgencia, se había pinchado en los testículos.
No sé si este hombre vive, hace como 10 años que no lo veo, no está en aquella calle, y yo paso a menudo por allí. Tal vez ha muerto. Pero no quiero tirar la nota, la archivaré, como una oda, como un elogio, como un respeto a un ser humano que tomó el camino equivocado y ya no tuvo el valor, la oportunidad o el interés de recuperar su vida. Como el recuerdo a un alma que pateó y luego se revolcó en el polvo de este mundo, para acabar demasiado pronto como acabaremos todos, ineludiblemente: COMO POLVO.
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